CONEXIÓN PERPETUA.
Ocurrió una
mañana resplandeciente de Junio.
Tenía
cuatro años y miraba hacia el parterre,
sentado en
el umbral de la panadería.
La brisa
cimbreaba círculos de luz,
tendidos
sus destellos por los troncos
de los
plátanos inmensos,
gentileza
de las hojas
enramadas
entre sombras.
Una clienta
joven le rozó el hombro
al entrar
con el vuelo de su falda.
Pasó un
solo coche por calle,
algún
transeúnte por la acera.
En aquella
plenitud
sembrada de
silencios,
escuchó una
voz en su interior diciendo:
“Este
momento no lo olvidarás nunca".
Fue un
regalo del arcano filántropos
que marcó
aquella isla de cándida pureza
con un
sello intemporal,
como un
faro imbatible en el recuerdo
a todas las
tormentas acantiladas de futuro.